La hija mayor
Este año me convertí en mamá por segunda vez, y vi nacer a mi hija como hermana y como hija mayor.
Soy hija mayor, cargo con ese destino que al día de hoy no sé si es un privilegio o una mochila. Seguramente, un poco de cada cosa, una herencia.
No me acuerdo qué pasó cuando me convertí en la hija más grande, pero mi mamá cuenta que sugerí tirar a mi hermano a un tacho de basura.
Este año me convertí en mamá por segunda vez, y vi nacer a mi hija como hermana y como hija mayor.
¿Cómo es convertirse en la hermana de alguien? ¿Qué cambió en nuestro vínculo? ¿Qué perdimos y qué ganamos?
“Mi cuerpo se parece al tuyo, madre.
Pero siempre seré hija para ti.
La hija mayor.
Primera en desgarrarte
y en dejarte
nido abandonado a medianoche
en el enorme graderío que no termina
que no calla
que no escribo”.
Marialuz Albuja Bayas
Hasta hace algunos meses, mi hija mayor era mi única hija. La acompañé a todos los cumpleaños, la fui a buscar siempre que pude al jardín. Mi tiempo se dividía en el trabajo, algo de vida personal, y Sofía: mi prioridad.
Nunca tuve culpa cuando decidimos con su padre seguir poblando el mundo. “Un hermano es algo bueno”, pensé. Pero creo que no tuve en cuenta lo mucho que la iba a extrañar.
Mi hija, que pasó a ser mi hija mayor, se transformó en mi hija grande. No es algo que ella pidió, pero el mundo se lo hizo saber. “Ahora sos la hermana mayor”, le decían. “Ahora tenés que cuidar a tu hermanita”, escuchaba y se portaba peor.
Durante los primeros meses, sentí que incluso había retrocedido en el tiempo. Volvieron los despertares nocturnos y algunas noches incluyeron el colchón mojado. Enojos, enojos, y más enojos. Reproches bien claros y hasta el deseo de dejar a su hermana en el bosque y que el lobo se hiciera cargo del resto.
Estuvo enojada conmigo, con su papá, con su hermana. Conmigo otra vez, muchas veces. Cada vez que me veía dando la teta o besos a su hermana, iba y le pegaba. “La odio a Oli, la odio”.
La llegada de mi segunda hija produjo un quiebre en nuestra relación. Fue la primera vez que algo se interrumpió.
Lo que más me costó del comienzo de mi segunda maternidad fue el vínculo con mi hija más grande. Hubo días en que su presencia llegó a molestarme. ¿Por qué no puedo estar en paz con la bebé? ¿Por qué mi hija mayor me demanda incluso más que la que acaba de nacer?
“Es también tu hija, y te necesita”, me recordó mi psicóloga en una sesión de terapia. Y no pude contener las lágrimas porque yo también la necesitaba solo que no sabía cómo hacer para alojar a dos hijas a la vez.
Es con las dos, pensé un día. Es de a poco, agregué.
Los meses pasaron y ahora algunas cosas empiezan a acomodarse. Yo ya me acostumbré a tener dos hijas, mi hija aceptó que no vamos a devolver a Olivia y, especialmente, que no dejamos de quererla por tener una hija más.
Ser hija mayor. Cargar con la herencia de los padres. Mirar hacia atrás, ser los primeros en inaugurar una nueva historia. Al mismo tiempo, querer desembarazarse de todo eso. Derrida habla del ser “fielmente infiel” en relación a la herencia. Es así: a la vez. Ser hermano mayor, cargar con el peso de la herencia; ser hermano mayor, traicionarlo. “A partir de la infidelidad posible es como se logra la herencia, como se la asume, como se retoma y se refrenda la herencia para hacer que vaya a parar a otro sitio, que respire de otra forma” (Derrida, ¡Palabra! Instantáneas filosóficas).
La hija mayor: la que se enfrenta a la torpeza de sus padres, eternos primerizos. La que me mira con atención y levanta los ojos cuando sospecha que me pasa algo. La que tiene derecho a seguir siendo pequeña. La preferida de su hermana. La que llama la atención cada vez que cambiamos la mirada. La que quiere ser grande para comer caramelos pero chiquita para estar a upa. La que disfruta cuando por las noches seguimos siendo tres. La que grita “no se burlen de mi hermana” cuando comentamos cualquier cosa. La que por más mayor que sea, siempre seguirá siendo mi hijita.
Queridos mapadres y cuidadores:
¿Cómo están? Qué semanitas, ¿no? Por acá estoy en modo informarme lo menos posible y tratar de refugiarme en las cosas que me hacen bien como los afectos y hacer lo que me gusta.
Y después de trabajar durante muchas noches seguidas, ¡y muchas mañanas de los fines de semana! tengo una novedad:
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Volviendo al newsletter, si quieren proponerme temas para que escriba en próximas ediciones, acá pueden hacerlo. También pueden compartir algún fragmento en sus redes sociales etiquetándome. Y si quieren responder este mail y que yo les conteste, ponen responder directamente :) o aprietan un símbolo que está arriba del correo que es como un círculo de flechas (seguro tiene un nombre pero ahora no me acuerdo).
Nos volvemos a encontrar el martes 26/11, con el último correo del año.
¡Te mando un súper abrazo!
F.
Escribí dos libros y acá pueden conseguirlos:
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