No entiendo estos tiempos
No entiendo esta época. No sé bien qué pensar, ni qué decir al respecto porque siento que hay algo que me perdí. ¿En qué momento algo de lo que estamos viviendo puede sonar razonable?
En un grupo de los muchos que estoy en whatsapp comparten el contacto de un dealer de off. Qué delirio, pienso. Esto es terrible, vuelvo a pensar. Le escribo. Se quedó sin, obvio, si acá estamos todos desesperados y dispuestos a pagar lo que no vale por un poco de repelente. Me queda uno en aerosol, uno en crema y dos espirales.
“El empleado despedido dejó el psicólogo
el psicólogo empezó a tomar menos taxis
el taxista dejó de invitar a los amigos al asado
el carnicero no le compró una heladera nueva
a su madre
la madre fue a abrir la heladera vieja y le dió una patada
la obra social tuvo que cargar con más gastos
deciden no contratar a la recepcionista
la recepcionista no puede pagar el alquiler
la jubilada que le da medio alquiler al hijo
para ayudarlo a pagar la cuota del auto
se pone muy nerviosa y se pelea con su inquilina
se va al casino a ver si se olvida
máquina va, máquina viene
pierde lo que le quedaba de la jubilación de ese mes
y me detengo porque alguien escribiendo esto
está dejando de entregar a tiempo un trabajo
por el que cobrará una plata que le permite
tomarse todas las mañanas un café con leche
con tostadas, un huevo revuelto, jugo de naranja, yogurt y cereales”. Rosario Bléfari.La pregunta que se hicieron mis amigas en sus respectivos trabajos estatales la semana pasada: ¿voy a poder pasar mañana? Me duele tener que aclarar que no son ñoquis. Sociólogas, abogadas, politólogas, educadoras, ninguna entró por acomodo ni nada. Mientras ellas no saben si van a poder sostener sus trabajos, en cadena nacional tenemos un vocero que festeja más de 70.000 despidos. Yo solo me pregunto cómo van a subsistir esas familias. Quienes tuvieron suerte y no fueron despedidas, igual son sometidas a un misterio que se vuelve insoportable. Todo es desorganización, no hay plan de trabajo. “Las injusticias que padecen los trabajadores también adoptan formas más sutiles”, escriben Will Stronge y Kyle Lewis en su libro Horas extra.
Cuando estoy con mis hijas me olvido del dengue, de los despidos masivos, de la inflación, de la crisis mundial. Cuando estoy con mis hijas me canso físicamente y también me río. Las miro, las miro mucho. Las huelo, cuando me dejan. Las abrazo. Apretujarse es tan reparador. Me está pasando que, en algunos momentos, hasta puedo tomar distancia de eso que estamos haciendo y tomo una foto mental de lo que pasa: Olivia tiene menos de un año, Sofía tiene un poco más de cuatro, estamos en el comedor, en pijama, escuchando música. Mi hija mayor me pide que ponga las canciones de Encanto pero yo negocio con Under Pressure y le cuento de David Bowie. Mis hijas crecen y eso nunca va a dejar de conmoverme.
Cuando era chica e imaginaba cómo iba a ser el fin del trabajo, fantaseaba con la idea de robots que hacían las cosas por nosotros, computadoras tomando decisiones inteligentes y tareas administrativas que no necesitaran nunca más ser ejecutadas. ¿Pero hay lugar en nuestra imaginación para el cruce entre tecnología y cuidados? Me resulta fascinante que en uno de los eventos más grandes en tecnología de Latam, “la reunión de quienes abrazamos el cambio y construimos ese futuro”, en donde hay más de diez expositores, ninguna conferencia mencione el horizonte de los cuidados. ¿Qué estamos priorizando entender: la programación o los cuidados? Quizás, lejos de pensar que los avances van a pasar por altas tecnologías, sueño con que el interés tenga que ver con cuestiones de alto contacto. Escucho un podcast a una CEO que cuenta, orgullosa, que ahora es Chat GPT quien le invita los cuentos a su hija de noche. Si me garantizaran que el día de mañana existe una nueva versión de Chat GPT que ofrece los mejores consejos a mi hija y hasta oficia de “excelente madre”, ¿lo elegiría? La pregunta por la IA es también la pregunta por lo humano, ¿qué aspectos son los que queremos poner en juego a la hora de producir?
-¿Cuánto te vino a vos de Osde?
-Ahora te digo, contame cuánto te vino de luz.
-Dale, y vamos a Carrefour ahora que tengo un 10% con el Santander y acaba de cerrarme la tarjeta.Le explico a mi hija mayor la importancia de cuidar su ciudad y el mundo en el que vive. Le hice toda una charla porque osó tirar un papel al piso. Me emocioné y terminé hablándole de la fauna, del medio ambiente, de cuidar el planeta porque además vamos a vivir todos mucho tiempo. Cuánto tiempo, me preguntó. Y ahí nomás me agarró una angustia.
El mundo es el que es, basta. Me encuentro dándole ánimo a Lucas porque, por suerte, nos turnamos para tener empatía social. “Nosotros vamos a estar bien”, le digo. Sí, a veces también entro en el mood sálvese quién pueda. Por suerte, me dura poco y vuelvo a la coyuntura.
Apagar las redes y ponerme en contacto con personas me hace bien. Por apagar las redes me refiero a no estar compulsivamente consumiendo tik toks de cosas que ni me importan, mechado con fragmentos de política que solo me transmiten ansiedad. El cuerpo me empezó a pedir otra cosa. El 23/03 hice un desayuno con lectoras de este newsletter, del Club Harta(s) y fue hermoso. Nos reímos. Hablamos. Tomamos café con leche. Nos regalamos una mañana diferente. ¡Tengo nuevas propuestas para seguir encontrándonos este año!
No termino de entender la época pero no por eso voy a entregarme a la mera queja o a la resignación. Hay que resistir, me digo y nos digo. Además de olerle el pelo a mis hijas, como les conté, me ayuda seguir haciendo lo que me gusta: tomar café, leer, escribir. Conversar con otros. No dejar de preguntarle a la persona que está cerca cómo se siente y si necesita algo. Hacer eso con uno mismo.
Queridos mapadres y cuidadores:
¿Cómo están? ¡He vuelto! Creo que es la primera vez que hago una pausa tan larga. ¡Estoy muy contenta de volver a encontrarme con ustedes! Todavía no sé qué forma tendrá este newsletter este año, imagino que lo iremos descubriendo juntos.
Tengo un par de avisos/pedidos:
Primera cuestión
Contarles que existe una membresía que se llama Club Harta(s). Harta(s) es mi newsletter gratuito (¡y siempre lo será!) pero es posible gracias a un grupo de personas que realizan aportes mensuales. Como su participación tiene un valor enorme, pertenecer al Club tiene beneficios.
Un mail extra mensual que se llama Hallazgos filosóficos en el que comparto algo que me llamó la atención -un análisis sobre algo para ver, leer o escuchar-.
El acceso al archivo histórico de todos los correos que envié.
Descuento extra y prioridad en los cupos para cada propuesta o taller que doy.
La posibilidad de tener un encuentro 1:1, a través de meet, en el que conversamos sobre proyectos creativos.
Segunda cuestión
¡Estoy pensando en un ciclo de talleres y necesito tu ayuda! Tengo muuuuchas ideas en la cabeza y quiero saber por cuál empezar. Por eso, me ayuda MUUUCHO si completan este breve formulario (¡no hay que escribir nada, lleva unos 3 minutos!).
¡Y creo que eso es todo!
Nos volvemos a encontrar dentro de quince días. Si quieren proponerme temas para que escriba, me contestan este correo o me dejan acá sus ideas. ¡Les mando un súper abrazo!
F.
Escribí dos libros y acá pueden conseguirlos:
¿Y vos qué pensás? Viaje filosófico por las ideas
¡Un libro que escribí para chicos y chicas de 9 a 101 años!
Acá encuentran un fragmento.
Filosofar desde la infancia y perderse en el camino
Un libro libro que co-escribí con Mayra Muñoz y Úrsula Pose para madres, padres, docentes y personas curiosas. ¡Con prólogo de Luis Pescetti!
Lo consiguen acá de forma física y acá para leer en e-book.
Abrazo.