“Se graba a fuego lo que se quiere que permanezca en la memoria: solo lo que no deja de doler se queda en la memoria”.
Genealogía de la moral, Nietzsche.
Primer embarazo. Tengo veintinueve años, estoy en pareja hace mucho, los dos estamos en un momento de estabilidad económica, ¿llegó el momento de buscar un primer hijo? Nos parece que sí y llega mucho más rápido de lo que esperábamos. No sé nada sobre los embarazos, los bebés, tampoco de los cuidados. Me compro algún libro, hago el típico casting de obstetra con dos o tres recomendados, elijo al que me ayudó después de un susto que tuvimos en la ecografía tn plus y por el que tuvimos que pasar por una punción. Pasado el susto, hago yoga para embarazadas, el curso de preparto básico, voy a alguna charla de lactancia en Fundación Rossi y me voy contenta con las muestras gratis de regalos. ¿Qué más tengo que hacer para prepararme para parir?
Mi hija nació en pandemia y el primer año fue durísimo. Recién cuando ella cumplió su primer año, pude relajarme y sentir que había cumplido la tarea más importante: mantenerla con vida. Pero ahí aparecieron sensaciones que hasta ese momento estaban olvidadas. No podía hablar del parto sin sentir que me desarmaba por dentro y me ponía a llorar. “Estás puérpera”, me decían. Puede ser, pero no era solo eso.
Mi parto fue vaginal y lleno de intervenciones: incontables y dolorosos tactos, inducción con oxitocina, uso de fórceps y episiotomía. Pero quizás, eso no sea lo peor sino tener la sospecha de que pudo haber sido de otra forma. Faltó el acompañamiento, la pregunta, las explicaciones, la mirada cuidadosa.
“La violencia obstétrica, ese flagelo invisible que se cuela de manera sistemática disfrazada de protocolo de “ayuda” de parte de los médicos e instituciones”, escribe Julieta Saulo en Bien que te gustó. Con la violencia obstétrica pasa algo similar que con la violencia de género. “Las mujeres llevamos a cuestas secuelas y cicatrices en el cuerpo y en la cabeza: también en el corazón, pero casi nadie lo ve. Ni siquiera nosotras mismas”, escribe Saulo.
El parto de mi primera hija fue amargo y quizás por eso lo olvidé. Dufourmantaelle dice que el olvido es una forma de liberación. Estamos en una época en la que todo tiene que ser documentado, grabado, archivado. Sin embargo, yo elegí no hacerlo con la experiencia de mi primer parto. “¿Será que el olvido no es más que una reserva de tiempo -de amor- otorgado para lo que queda?”, escribe.
¿Cuánta plata se necesita para tener un parto respetado?, me pregunté después de escuchar cuánto cobraban algunos profesionales por su presencia. Yo no quiero nada especial. Quiero parir en una institución médica, con un equipo médico de mi prepaga, sin tener que agregar nada extra, y aun así sentirme respetada. Pasaron tres años y medio y voy a ser mamá por segunda vez.
Segundo parto. Caminar. Respirar. Reconocermeme llena de miedo. Llegar a la clínica. Encontrarme con la partera y quedarme tranquila con su dulzura. Un tacto: 5 de dilatación. Nos cambiamos. Sala de parto. Luz tenue y nuestra música. Cuando pensaba que parir iba a ser algo increíble, llegaron las verdaderas contracciones.
“La puta que lo parió”, grité. Esto es terrible.
Paula me miró y me dijo “vos podés, Flor. Tenés que pasarlas, respiremos juntas” y así hicimos. Se me vinieron a la cabeza las clases de yoga prenatal que había hecho y casi de forma intuitiva pude ponerle algo de voz al dolor.
Llegó el anestesista. Epidural. “Mi” obstetra. Hasta hace algunas semanas era el obstetra. Cualquier obstetra. Pero ahora cuando entró, me habló, me miró, pasó a ser mío.
Martín sonrió y me dijo: “¿vos sabés que ya está ahí Olivia, no? Dos pujos y está acá con vos”.
Quise llorar y no pude. Estaba extasiada, como queriendo atesorar un momento que jamás pensé que podía pasar de esa forma.
Fueron dos pujos, o tres, y llegó.Me costó entender qué quería para mi segundo parto, qué necesitaba. Tampoco sé si lo tengo claro ahora. Creo que quería saber que podía ser distinto. Sabía que quería ser madre otra vez, y estaba dispuesta a pasar por lo mismo (o por la experiencia que fuera, de eso se trata la imprevisibilidad de la maternidad); pero me siento agradecida de haber tenido la posibilidad de resignificar la experiencia.
No es parto vaginal o cesárea. No es un capricho pedir que se nos trate amorosamente y con respeto. Es un derecho, y nos pertenece.
Como dice Esther Vivas, el parto es un asunto de justicia reproductiva y social.ades.
Queridos mapadres y cuidadores:
¿Cómo están? Yo terminando de escribir este correo mientras escucho la playlist de The real pain, una película que me encantó y tiene una banda sonora preciosa con música de Chopin.
Quiero que sepan que estaba segura que la Semana Mundial del Parto Respetado empezaba ayer, y cuando chequeo algo del calendario… resulta que ayer terminó. Taqueteparió. Podría haber cambiado el contenido pero lo cierto es que me parece importante comunicar sobre este tema más allá “del día de”. Quizás escribo esto para justificar que salgo con delay de un día en una época en donde el minuto desfasado carece de todo tipo de sentido. Soy así, es lo que hay.
Algo de todo esto hablo en una parte de mi show Todas las exigencias del mundo. Porque ahora para poder opinar de un tema parece que tenés que estar hablando solo de lo que pasa en ese microsegundo que además es tan corto que, aunque lo intentes, vas a llegar tarde. Como yo con la semana del parto respetado, como vos con la serie del momento que te quedaste medio afuera en el almuerzo con la gente de la oficina, estamos todos un poco igual. Siempre podés rendirte, abrirte una cerveza y compartir el desfazaje de forma heroica con una amiga. Algo de eso es lo que más valoran quienes vienen al show. “Se siente como compartir una charla con amigas, de esas que te hacen bien”, me escribió Tamara que vino a la última función.
La entrada viene con dos consumiciones de regalo y después del show hay un momento extra para que nos abracemos y charlemos de todas estas cuestiones, o de lo que quieran contarme. A veces solo nos recomendamos a qué pizzería ir después (tengo un ranking personal, por supuesto). La función de este sábado 24/05 está agotada, pero agregamos una para el 14/06 así que nos vemos ahí.
¡Voy a estar en La Plata también! Esto me tiene muy emocionada. El 7/08 a las 20:30 h voy a estar haciendo la obra en El teatro bar. Así que si tienen amigos o conocidos de La Plata o alrededores, cuénteles de esta filósofa copada que va a hablar de todas las cosas que nos pasan a los adultos que intentamos ser funcionales y lo damos todo en el camino (y también fracasamos, y lo volvemos a intentar).
¿Qué más puedo compartirles? Salió una nota que me hizo Julieta Botto para Infobae sobre Cómo se construye un lector. Ahí cuento cómo fue mi recorrido lector desde chica, mi primer encuentro con los libros y cómo pienso que se despierta el interés por la lectura.
También les comparto la conversación que tuve con Raúl Cohe para su programa Hijos de Punta sobre la maternidad en el mundo de hoy. Estuvo bárbara, la disfrute un montón y acá la escuchan.
Y nos vamos acercando al final. Además tengo una reunión en diez minutos y necesito irme a hacerme un termo de agua caliente antes. Sí. Lo tomo solo. Sí. Agua caliente. Es un tip que les regalo en este invierno incipiente.
Si hay algo en particular sobre lo que quieran que escriban, solo tienen que responder este mail o dejar su preocupación acá.
Harta(s) existe hace cinco años gracias al Club Harta(s). Una suscripción mensual con un monto ridículamente barato ($1500 o $2500). Si forman parte del Club tienen un mail extra mensual, el archivo a todos mis correos anteriores, descuento extra en talleres y otras yapas como poder conversar 1:1. Asociarte es una excelente forma de bancar a tu creadora de contenido-escritora-filósofa-amiga o como quieras llamarme.
Ahora sí, esto es todo por hoy.
Para lo que necesiten, acá estoy.
¡Les mando un súper abrazo!
Flor Sichel
Mis libros:
EL FILO DEL AMOR
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